Sé que fue
verdadero amor
Sé que fue
verdadero amor: porque a pesar
del veneno,
los pinchazos y el ardor,
a pesar del
invierno, la soledad y el miedo,
nunca
alejabas de mí tu fiel calor
y seguías,
sólo como podías, aun jugando el juego.
Sé que fue
verdadero amor, porque la entrega era total:
como una
niña sabia a su pequeño hermano
dedicadamente
me cuidabas, separándome del mal,
y a pesar
de que vos también temblabas,
sin dudar, jamás
me soltabas la mano.
Por eso no
resulta en vano
—ni hoy ni mañana
lo será—
que te
cuente lo que siento,
que te muestre
mi verdad con la clara luz del verano
y te exprese
mi más puro arrepentimiento…
Yo gemía de
dolor como también lo hace el viento
al cantar
con triste candor, yo también moría lento
por
evidentes acontecimientos que traspasaban mi centro,
dejándolo
hueco como un colador.
Así era mi
corazón: una red de pesca despedazada,
un campo
lleno de topos refugiados,
un
caballero con escudo pero sin espada,
siempre a
la defensiva; una despechada misiva,
una
respuesta desesperada que no hallaría remitente,
un mar sin
puente, un sórdido sonido ausente,
una lava
ardiente, una reseca vertiente.
Mi corazón
se quebraba a sí mismo
mordiéndose
los dientes,
con
juventud loca, culpable,
y sin embargo,
de algún modo,
juventud siempre inocente.
Por más que
fui más allá de mis límites
queriendo
seguirte hasta la vejez,
sumido en
la estupidez, al fin, sólo te perdí.
Luego vino
el frenesí y mucho más vino:
el vino de
los dioses, y también el de los ebrios,
de los que
escapan de la realidad
en los
deleites del placer y la voluptuosidad.
Alcé mi
copa y libé a Baco,
en tu
nombre, y a tu salud,
pero la
falta de plenitud de tu sonrisa,
el olor del
negro tabaco,
y la
explosión de tu copa
otra vez en
mi pensamiento,
denunciaron
el fatal desmoronamiento
de lo que
alguna vez estuvo erguido:
y así cayó
mi ser en el olvido,
quedando
tapado ante tal alud.
Allí, súbitamente, entendí la muerte;
la muerte de lo que muere para siempre…
Con el tiempo, comprendí que si era amor
renacería y viviría —esta vez sí— para siempre,
pues el A-mor es lo que no puede morir, es la no muerte:
hasta su etimología en latín resulta evidente…
Y aunque hoy mis brazos no contengan tu figura,
aunque hayamos caído de la gran altura
aunque estemos deshojados como una marchita flor
sé que fue verdadero amor, sé que fue verdadero amor…
…O así al menos me explica mi lengua
a tientas, su agridulce sabor:
dulce por ser pasión, por ser ternura,
agrio por
ser angustia, por ser dolor.
Eso es el verdadero amor.
Agustín R. Iribarne
De mi segundo poemario publicado, "Sagrado Cantar"...
Hola from Sam-Playa del Carmen Nov 16 skibos@aol.com
ResponderEliminarEvathesinner@hotmail.com hi, eva here! Waiting for the English poems!
ResponderEliminarUn mimo para mi corazón ❤️ gracias por compartir
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