Parte XII - Sagrado Cantar

 

Sé que fue verdadero amor

Sé que fue verdadero amor: porque a pesar

del veneno, los pinchazos y el ardor,

a pesar del invierno, la soledad y el miedo,

nunca alejabas de mí tu fiel calor

y seguías, sólo como podías, aun jugando el juego.

 

Sé que fue verdadero amor, porque la entrega era total:

como una niña sabia a su pequeño hermano

dedicadamente me cuidabas, separándome del mal,

y a pesar de que vos también temblabas,

sin dudar, jamás me soltabas la mano.

 

Por eso no resulta en vano

—ni hoy ni mañana lo será—

que te cuente lo que siento,

que te muestre mi verdad con la clara luz del verano

y te exprese mi más puro arrepentimiento…

 

Yo gemía de dolor como también lo hace el viento

al cantar con triste candor, yo también moría lento

por evidentes acontecimientos que traspasaban mi centro,

dejándolo hueco como un colador.

Así era mi corazón: una red de pesca despedazada,

un campo lleno de topos refugiados,

un caballero con escudo pero sin espada,

siempre a la defensiva; una despechada misiva,

una respuesta desesperada que no hallaría remitente,

un mar sin puente, un sórdido sonido ausente,

una lava ardiente, una reseca vertiente.

 

Mi corazón se quebraba a sí mismo

mordiéndose los dientes,

con juventud loca, culpable,

y sin embargo, de algún modo,

juventud siempre inocente.

 

Por más que fui más allá de mis límites

queriendo seguirte hasta la vejez,

sumido en la estupidez, al fin, sólo te perdí.

 

Luego vino el frenesí y mucho más vino:

el vino de los dioses, y también el de los ebrios,

de los que escapan de la realidad

en los deleites del placer y la voluptuosidad.

 

Alcé mi copa y libé a Baco,

en tu nombre, y a tu salud,

pero la falta de plenitud de tu sonrisa,

el olor del negro tabaco,

y la explosión de tu copa

otra vez en mi pensamiento,

denunciaron el fatal desmoronamiento

de lo que alguna vez estuvo erguido:

y así cayó mi ser en el olvido,

quedando tapado ante tal alud.

 

Allí, súbitamente, entendí la muerte;

la muerte de lo que muere para siempre…

 

Con el tiempo, comprendí que si era amor

renacería y viviría —esta vez sí— para siempre,

pues el A-mor es lo que no puede morir, es la no muerte:

hasta su etimología en latín resulta evidente…

 

Y aunque hoy mis brazos no contengan tu figura,

aunque hayamos caído de la gran altura

aunque estemos deshojados como una marchita flor

sé que fue verdadero amor, sé que fue verdadero amor…

 

…O así al menos me explica mi lengua

a tientas, su agridulce sabor:

dulce por ser pasión, por ser ternura,

agrio por ser angustia, por ser dolor.

 

Eso es el verdadero amor.


Agustín R. Iribarne

De mi segundo poemario publicado, "Sagrado Cantar"...


Comentarios

  1. Hola from Sam-Playa del Carmen Nov 16 skibos@aol.com

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  2. Evathesinner@hotmail.com hi, eva here! Waiting for the English poems!

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  3. Un mimo para mi corazón ❤️ gracias por compartir

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