VI
Deseo
Eros es lo
que en mí no tiene descanso,
eros es el
deambular. Roland
Barthes.
Me
rozan: emerge, despierta,
se
sacude de aquí a allá;
no
se puede detener
—ni
tratar de encapsular—
pues
siempre está en movimiento:
así
es natural para la vida
y
para los cuerpos animados.
La única forma de trascenderlo
es observarlo sin apegarse:
no correr
detrás de él,
de
su abrazo de dolor y de placer
que
invita y convoca,
que
enciende una sonrisa en mi boca,
boca
que a veces se equivoca
y
besa los labios efímeros
de
la resonante admiración
en
vez de guardar el amrita
para
la diosa consagrada,
la
que día a día impulsa mi motor…
Deseo: una espada invisible
que se clava en el plexo,
un nexo entre el cuerpo y su sexo,
entre el objeto y su satisfacción,
entre la vida y la reproducción,
entre la muerte y el amor…
Una
soga que ata la voluntad
a un
corcel que galopa
por grises
y sombríos pantanos
de
misteriosos acontecimientos,
así
es el deseo para mí hoy:
una puja sin tregua,
una subasta disputada
por magnates poderosos,
una difícil decisión
entre la libertad y la represión,
un debate ardiente
entre la ética y la realidad,
donde
debo exponer frente a los maestros,
siendo
el discípulo más ignorante…
…Un errante extravío,
y un encuentro a lo desconocido
que me aguarda sin anunciarse;
una extraña energía
que no logro discernir,
un
boomerang que regresa
y
golpea mi frente,
un
tren que se acerca y no veo venir
un pasaje con certeza a la suerte.
Agustín R. Iribarne
Del libro inédito: Andenes de Regiones Inadvertidas
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