XXIV
La ceguera
25/5/19 Baluarte de las Mercedes, Cartagena de Indias. Colombia.
¿Y qué decir ante la impavidez trepándote la espalda
como una enredadera de espinas que te abraza lentamente
—y sientes cada aguja que atraviesa el alma—
en el sordo silencio del desastre?
Así me duelen las sociedades…
¿Cómo decirle al mundo a la cara
—y con amor supremo—
que se rompe en cada esquina,
que muere en cada insulto,
en cada muestra de desprecio,
en cada acto desmesurado
de marcada individualidad?
Así me duele la separación…
¿Cómo pongo en marcha la paz?
¿Dónde está ese botón que nos salva
y transforma el sistema
como en esas ficciones risueñas
que a la salida del cine
nos hacen suspirar
y nos dan sueños felices?
Así me duele la falta de acción…
¿Cómo disuelvo las barreras
—mentales, de hierro y de arena—
que me encierran en la pena,
dejándome del otro lado del Otro,
en los suburbios apestosos y ruines
del corazón humano?
¿Cómo tenderle un puente al Hombre
hacia la isla soñada de la Unidad,
aquí en la Tierra?
Así me duelen las ideas,
las religiones y los sistemas;
así me duele el desamor.
¿Y cómo liberar a los seres
de todo sufrimiento para que
observen la plena belleza
del Amor Incondicional?
¿Cómo los subo a ese barco
de paz y abundancia
que navega plácido en olas
de suspiros y alivios
hacia la infinita playa divina —unitiva—
en la que se puede jugar
hasta rendirse en éxtasis,
en la que al reflejarse uno en el agua
ve el espejo y la unión de todo,
de uno mismo, agua, arena y cielo,
pizcas ínfimas de totalidad
y absolutas de sustancia?
Así me duele la ceguera…
Agustín R. Iribarne
De poemario: "Viajando por el mundo hacia mí mismo"
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