III poema del libro "Revelaciones", en proceso de escritura...


De sombras, bombas y un olvido alquímico…

En esta tarde de un frío agosto

recibo el costo que yo he pagado

a cuentagotas, en tediosas cuotas,

por el sufriente pasado,

que se cuela agazapado

entre objetos rotos, deshechas ropas.

 

En esta tarde en que vibran sombras,

en que luchan los cetros poderosos,

en que troco amuletos por plegarias

en busca de una bendición celeste

recibo la peste de tu recuerdo:

los olores del mar muerto,

los paisajes turcos nocturnos

con sus oscuridades y máscaras,

como actor de trágicas películas

de acción desactivé tantas bombas,

—y algunas me alcanzaron desde lejos,

y otras volaron en mi cara—

y los combates inesperados,

los cuerpos tirados, indeseados;

todas las nefastas consecuencias

que aprendí después de la guerra:

después de matar y ser herido,

de huir, sufrir y morir,

y decidir seguir viviendo

 

¿Cuál será la cura necesaria

para la epidemia de evocarte,

para este mal de rememoración?

 

Mi alma ya lo ha comprendido:

irremediable es el olvido.

 

Mi cuerpo aún continúa la purga:

quiero deshacerme de esto que no

consigo aguantar bien,

quiero tirar algo que está podrido,

escupirlo, vomitarlo, expulsarlo

por mis fauces delirantes

desde mis entrañas dolientes...

 

¿Lograré la alquimia con la palabra?

 

¿Hallaré el catalizador?

 

¿Será una carta? ¿Este poema?

 

Tiemblo, me amedrento, me sacudo.

Lloro: luego adviene una gran calma.

 

Nada hay detrás de estas oraciones:

ni una sombra, ni una bomba más:

ni la ruin memoria ha quedado.

Estas letras vanas se desdibujan:

como vetustos cuadernos a lápiz;

como bellas sonrisas juveniles

que no volverán jamás por la esquina;

como amigos de antaño

que no volverán a sentarse

en los bajos tapiales de mi casa

—pues ya salieron de mi línea de tiempo

corriendo hacia su sueño,

a miles de kilómetros del pueblo—;

como el trazo de mi antiguo destino:

pues he cambiado el rumbo,

y nuevos surcos se abren ante mí.

 

¿Qué volverá desde el senil pasado?

Sea lo que sea, vendrá transformado…

 

Vivencio la lenta erosión continua

de mi cuerpo, que en verdad es de piedra:

nada es más cruel e inexorable

que el suceder de los segundos,

ni más inclemente que la corriente

del gélido viento que me desgasta,

mientras la lluvia corre por mis miembros

y me lava hasta desintegrarme…

 

Mi alma ya lo ha comprendido.

 

Alquímico puede ser el olvido.


Agustín Ricardo Iribarne.

Del poemario "Revelaciones", en proceso de escritura

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