Hoy saludé a la sabiduría

Hoy saludé a la sabiduría                                                          A Santa Marta...

Hoy he reído tanto
que del llanto sólo tengo
un vago y difuso recuerdo;

hoy he jugado harto,
que alejé por completo
al aburrimiento de mi centro,
recluyéndolo a un lugar inalcanzable,
más allá del sol y las otras estrellas,
donde habita lo incognoscible,
pues cada juego es un cohete 
que gravita en el presente
hacia las maravillas de la no-mente,
y allí, empapado en suerte,
o en cósmica bendición
 -son lo mismo-
mi atención logró ser
el puente que reunió
los lados de mi ser y su objeto.

Hoy he vivido tanto
que no puedo figurarme la muerte
más que como un re-comenzar eterno, 
como el constante movimiento 
de un balón que rebota en el suelo, 
- y en cada choque muere
 y se impulsa a una nueva vida-
como una caribeña ola 
que estalla en el malecón
-se hace brisa y vuelve al océano-,
como un confiado salto hacia el abismo
-y a segundos del impacto esperado,
en las profundidades desoladas
la Madre Tierra nos sujeta en el vacío
en su poderoso magnetismo-.

Cualquier fin es una ilusión, 
todo acaece bajo
el brillo de la transformación.

Nada perece
en la eternidad
 inherente del Espíritu, 
y todo se mueve
-como el hamster
 en la rueda (de las ruedas)-
imparable, infinitamente
gira la rueda del Amor
mientras el Dios
lo observa atento
 y sonríe.

Hoy he comprendido tanto
que ya no deshojo
la última margarita del verano
de un tirón y tristemente;

y porque ya no ignoro 
es que afloro esta sonrisa 
ante la brisa, para siempre,

y de igual modo ya no imploro, sino acepto,
y mi decoro es ante la misma Existencia
por esta sublime presencia
que me abraza tiernamente.

La sabiduría es la luz de los días.

Agustín Ricardo Iribarne

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