La huida

La huida. . .     A Rimbaud…   23/5/2018
Desperté en la inmensidad,
 contemplé la miseria del mundo
en una noticia cruel,
descubrí los versos más dolorosos
 cuando el odio aplacó mi corazón haciéndolo polvo incandescente,
sonreí tristemente por todo lo perdido,
por cada sueño extraviado y suspendido,
te busqué por las calles más desiertas,
y sólo encontré un fantasma suplicante,
solo, encontré el apagado reflejo
de la Belleza
que una vez soñamos juntos
en nuestra cama,
las proyecciones más bellas, de una vez, vacías en mi adulterada imaginación.
Volví a dormir, y soñé irrealidades
que me consolaron tenuemente,
pero tu grito ante el horror
 volvía a despertarme entre jaquecas
 y caricias cansadas;
el padre ha sido asesinado,
la figura que sustentaba la existencia infantil se ha desmoronado,
-has tenido que crecer violentamente-
ha muerto la gran bestia del circo,
 ha caído la máscara
y las estatuas del carnaval…
¿Cómo figurarte entre destellos de luz, a tí que habitaste el infierno más oscuro?
¿Cómo bailar y cantar en armonía, si el rechazo y la soledad nos sorprendían a cada paso?
Hemos comido de la putrefacta olla del miedo y el desamor,
hemos caído lentamente –casi flotábamos- en el abismo de la desesperanza,
hemos vislumbrado sólo trágica repetición…
Por eso mismo debí huir:
para arrojar las semillas del adiós
en tierras legendarias,
para que se apiaden de mi alma
nuevos dioses,
para perderme entre pergaminos sucios
y mapas reveladores
para encontrar la paz del espíritu
que tanto anhelaba…
Agustín R. Iribarne

Del poemario: "Agustia desidia y soledad".

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